Este reportaje tiene como propósito analizar las diferencias que hay entre los niños y jóvenes de los colegios e instituciones educativas de Colombia con el objetivo de mostrar la inequidad y la brecha digital presente en el país. Para ello, se tomó como base de estudio a estudiantes, profesores, colegios e instituciones, del departamento del Tolima, a su vez, se buscó los conocimientos de expertos en el tema.
Javier Escobar es un chico de 12 años que vive en la ciudad de Ibagué. Él está cursando grado séptimo en el Colegio Franciscano Jiménez de Cisneros. Comenta que actualmente asiste a clases en alternancia; dos días por semana acude presencialmente. Cuando tiene que ir al colegio, cuenta que se levanta a las 6:30 a.m., se arregla y sale de casa con sus padres en carro. Afirma que el trayecto dura 10 minutos.
Cuando Javier tiene que ver las clases de forma remota se levanta a la hora que inicia su jornada escolar. A veces ve las clases desde el celular, pero usualmente hace uso de uno de los computadores que hay en su hogar. Además, explica que generalmente no tiene problemas de conexión. De esta manera, él puede desarrollar sus estudios de forma sencilla. Sin embargo, no todos los jóvenes en Colombia tienen las mismas posibilidades, especialmente aquellos que viven en zonas rurales.
Fotografía de Javier Escobar en los pasillos del Colegio Champagnat, Ibagué, Tolima.
Tomada por Cecilia Murillo el día 10 de noviembre del 2021.
El Ministerio de Tecnología de la Información y las Comunicaciones el 25 de abril de 2020 publicó en su página la siguiente información:
“En Colombia hay 11 millones de personas que viven en el área rural, de los cuales 4 millones lo hacen en condición de pobreza. En cuanto al acceso a Internet, solo uno de cada 6 hogares de zonas rurales cuenta con la posibilidad de usar el servicio. Tenemos una notable brecha entre la conectividad rural y la urbana porque mientras todas las cabeceras municipales del territorio nacional tienen acceso a 4G, en las zonas rurales no superamos el 10% de cobertura.”
Lo que para muchos jóvenes es a simple vista una jornada más de estudio, una anécdota trillada del día a día a la que están acostumbrados, para muchos otros es un obstáculo arduo que deben pasar para forjarse como las personas que aspiran ser a futuro. El esfuerzo que hacen algunos jóvenes para hacer algo tan “básico” como llegar al aula de clase, es inimaginable para otros ya acostumbrados a recibir su educación con mayor facilidad.
Juan Camilo Saldaña, un joven de 12 años residente en la Martinica, una vereda de Ibagué rodeada de zonas verdes y unas pocas casas que generan impresión de poder desplomarse con solo mirarlas, a quién se le preguntó en qué grado iba y respondió “¿cuál va después de quinto?”. Un personaje carismático, agradecido por su oportunidad de forjarse como estudiante en la Institución Educativa San Luis Gonzaga, cuenta cómo debido a la llegada del Covid-19, al igual que la mayoría de alumnos, debió dejar la presencialidad y acoplarse al uso de la virtualidad para lograr seguir con su educación. Sin embargo, esto no fue fácil en un principio, pues en su hogar viven ocho niños, entre los cuales están primos y hermanos. Un hogar que no cuenta con la presencia de un computador. Por esto, los padres debieron regalarles sus propios celulares para que sus hijos lograran seguir con sus labores académicas.
Juan Camilo vive en un inquilinato familiar, junto a sus padres, su abuela, primos, tíos y hermanos. Se hospedan más de diez personas allí. Cada uno tiene su respectivo techo, pero todos comparten el mismo terreno. Un lote bastante grande destacado por usar tejas de casas como puertas y las paredes grises de concreto. Nos dice que su padre es constructor y su madre, ama de casa, personas que con esfuerzo lograron entregarle un celular a Juan Camilo para que lograra ver sus clases mediante mensajes de WhatsApp y videollamadas. Aunque la llegada de la virtualidad involucró dificultades, estas no han desaparecido con la vuelta a la presencialidad en el 2021. “La virtualidad no era complicada, ahora lo complicado es presencial”, afirma Aminta Roncancio, abuela de Juan Camilo, sentada en una banqueta de madera en la puerta de su casa.
Fotografía de Juan Camilo Saldaña, en la vía hacia el Colegio San Luis Gonzaga, Ibagué,Tolima.
Tomada por Daniela Gallego el 3 de noviembre del 2021.
Juan Camilo no se sube a un bus escolar para llegar al centro educativo, ni lo llevan en moto como sí ocurre con alguno de sus primos, camina junto a su abuela más de una hora hasta el barrio El Bosque, donde estudia Juan Camilo. Nos explica que cuando llueve no suele asistir a la institución educativa: “No voy porque debo cruzar un puente sobre el río, entonces cuando llueve el río se crece y es muy peligroso”.
A pesar de estos trances Juan Camilo tiene el estudio como su única obligación; sin embargo, hay muchos otros que viven en condiciones similares a la suya y además deben de trabajar y colaborar con el soporte económico de su familia, así como se evidencia en la vida de Juan David Sarmiento, un joven de 14 años estudiante de la Institución Educativa San Bernardo que también tuvo que acomodarse a la virtualidad.
Nos explica que se basó en tareas y asignaciones mediante WhatsApp sin explicaciones por parte de los docentes: “Debemos buscar explicaciones por YouTube. A veces le pregunto a mis papás, pero muy pocas veces saben dar respuesta”. Su madre es ama de casa y su padre trabaja “en lo que sea”, afirma. En las tardes trabaja en una finca con su papá, y más que porque le nazca, él explica que lo hace por obligación. En las mañanas estudia, en las tardes se expone a largas horas de trabajo y en las noches llega a hacer las tareas del día siguiente. Así son todos los días para este joven de 14 años.
Debido a su estadía en el corregimiento San Bernardo, la señal es de muy mal alcance y solo es compatible con la empresa de telecomunicaciones Claro. Este factor afectó bastante en los tiempos de virtualidad, especialmente en los días de lluvia, pues en el corregimiento siempre se cae la señal cada vez que llueve. Esto causó inconveniencias en el proceso del aprendizaje de muchos niños del corregimiento. Juan David nos cuenta que a principio de semestre eran 24 estudiantes y lo finalizaron solamente 18.
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